¿SABEMOS A QUÉ JUEGAN NUESTROS HIJOS?

Seguro que somos conscientes de las horas que les dedican a sus juegos, pero ¿hemos pensado en la función que cumplen estos juegos en nuestros hijos? Los juegos son su principal ocupación y cumplen un papel fundamental en el desarrollo psicomotriz, cognitivo, afectivo-social y educativo; pues les permiten experimentar, explorar, aprender, reflejar y transformar activamente su realidad  y, finalmente, les ayudan a crecer de forma integral.

El juego es importante para nuestros pequeños; veamos algunos beneficios: – El juego cubre sus necesidades de ejercicio, imaginación y creatividad y es una vía para expresar y realizar sus deseos. – Es un canal de expresión y descarga a nivel anímico que facilita el equilibrio emocional. – Ofrece situaciones de imitación y ensayo para la vida, potenciando las habilidades sociales, valores, cooperación, tolerancia, etc.

Los adultos en ocasiones, por el ritmo de vida que llevamos, olvidamos que nosotros también fuimos niños en su día y lo seguimos siendo de alguna manera. Es imprescindible que conectemos con ese niño que tenemos dentro si queremos sentirnos un poco más cerca de nuestros hijos, y así comprenderles, conectar con sus verdaderas necesidades y así poder cubrirlas satisfactoriamente.

Dediquemos tiempo a la hora de escoger los juegos y juguetes de nuestros hijos. Que los juegos potencien su autoestima, que favorezcan su autonomía personal, que les permitan desarrollar su creatividad, que fomenten su interacción social. Juguemos más con nuestros hijos; seamos partícipes de su desarrollo y un apoyo para su crecimiento.

El mejor medio para el crecimiento saludable de los niños es hacerles felices”.

 

Paloma Uriarte González

Psicóloga Infanto-Juvenil

CONSEJOS PARA POTENCIAR LA AUTOESTIMA Y CONFIANZA DE TU HIJO

  1. “Predicar con el ejemplo”. De nada sirve decir a nuestro hijo que confíe en sí mismo, que se valores, si nosotros no lo hacemos. Pues el desarrollo cognitivo de los pequeños no está totalmente desarrollado, pero conocen muy bien el mundo sensitivo y emocional, tienen un “radar” para detectar nuestro estado afectivo.
  2. “Valorar lo especial y único que hay dentro de cada niño”. Muchas veces hacemos comparaciones con otros niños, nos focalizamos en las cosas a mejorar, proyectamos nuestros ideales en ellos y de alguna forma, nos olvidamos del don que tiene nuestro hijo. Prestemos atención al don que tiene el pequeño y potenciémoslo.
  3. “Ayudarles a salir de su zona de confort”. Si queremos aprender, necesitamos salir de lo conocido y aventurarnos en lo desconocido. Ampliaremos poco a poco la zona de confort del pequeño y crecerá en retos y experiencias nuevas.
  4. “Estimular que tomen decisiones por sí mismos”. Poco a poco, debemos dejar que vayan tomando sus propias decisiones, que sean conscientes de su elección y, al mismo tiempo, irán aprendiendo las consecuencias que ello conlleva.
  5. “Aprender a equivocarse”. Por supuesto que no queremos que fracasen nuestros hijos, pero para aprender es necesario que puedan equivocarse. Lo importante no es el fracaso, es el aprendizaje que viene tras él mismo.
  6. “Dejarles encontrar sus propias respuestas”. Antes que darles la solución, mejor ayudarles a razonar, a que se plantee cómo se podría resolver el problema. Tengamos en cuenta que seguramente tengamos una respuesta, pero muchas veces existen múltiples formas de resolver una cuestión. Demos espacio a su creatividad e imaginación.
  7. “Buscar y perseguir objetivos”. Poco a poco enseñar al pequeño a fijarse pequeños retos, metas y perseguirlos.
  8. “Tenacidad, esfuerzo y resistencia al fracaso”. Con nuestro apoyo incondicional, el niño irá siendo consciente de su papel activo en su desarrollo y, por tanto, estas capacidades se irán construyendo y consolidando en él. Es más importante cada paso del camino que el hecho en sí de llegar a la meta. Prestemos atención al proceso y no sólo al resultado.

El mejor medio para el crecimiento saludable de los niños es hacerles felices”.

Paloma Uriarte González

Psicóloga especialista en Infantil y Juvenil

Me permito… SER

1.- Me concedo a mí mism@ el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.

2.- Me concedo a mí mism@ el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

3.- Me concedo a mí mism@ el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

4.- Me concedo a mí mism@ el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mism@ las consecuencias de esos riesgos.

5.- Me concedo a mí mism@ el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.

El camino de la Autodependencia

J.Bucay

Esclavos del Reloj

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

 Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Julio Cortazar

Las Alas son para Volar

Cuando se hizo mayor, su padre le dijo: «Hijo mío: no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado».

– Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

– Es verdad… – dijo el padre. Y, caminando lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.

– ¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.

El hijo dudó.

– ¿Y si me caigo?

– Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento – contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida.

Los más estrechos de mente le dijeron: “¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está loco… ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?”.

Los mejores amigos le aconsejaron. “¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero… ¿desde la cima?”.

El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero, desgraciadamente, se precipitó a tierra.

Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre.

– ¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.

– Hijo mío – dijo el padre-. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.

Para volar hay que empezar asumiendo riesgos. Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre.

 

Déjame que te cuente…

J. Bucay